martes, 8 de diciembre de 2009

Subconsciente

Nunca le he dado importancia a los sueños, no he tratado de buscar significados, ni tampoco me ha preocupado el por qué soñamos unas cosas u otras, pero hace algunas noches me pasó algo curioso, y creo que, a partir de ahora, me fijaré un poco más en lo que sueño.

Como siempre, estaba soñando cosas absurdas. Tan pronto estaba en un sitio, como de repente estaba en otro: por Burriana, en casa, en el morro, en Villafranca del Cid, Pozocañada, Beas de Segura, Sierra Engarcerán y algún que otro sitio más que ahora no recuerdo. El patrón era el mismo, aparecía de repente y me lo estaba pasando bien, unas veces con los amigos y otras con la familia, en algunos reviviendo momentos ya pasados, en otros me pasaban cosas sin sentido, pero todos tenían el mismo final. Cuando más a gusto estaba, me acordaba, de repente, que no había ido a trabajar y tampoco había avisado de que iba a faltar. La felicidad se transformaba en angustia y trataba de inventarme alguna excusa para justificarme, pero no se me ocurría nada, y en ese punto es cuando el sueño cambiaba y empezaba de nuevo. Hasta que me desperté. No sabía qué hora era, pero tenía la sensación de haber dormido suficiente. Y de repente caí en la cuenta: ¡¡no me había puesto el despertador!! Utilizo el móvil, pero no me hizo falta buscarlo donde lo dejo habitualmente. Sabía que lo tenía en el bolso, me levanté de un brinco y pude comprobarlo. Eran las cinco de la mañana y yo me levanto a las siete. Me quedé un rato reflexionando con todo lo que había estado soñando y llegué a la conclusión de que mi subconsciente llevaba un rato intentando avisarme: “no vas a ir a trabajar, no vas a ir a trabajar, no vas a ir a trabajar”.

Tal y como están las cosas por aquí, el no ir a trabajar y no dar explicación alguna puede suponer motivo de despido, así que, le estoy muy, muy agradecida a mi subconsciente. A partir de ahora prestaré un poco más de atención a lo que sueño. Quién sabe qué más cosas tiene que decirme ese trocito de cabecita que no controlamos.

Verónica

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