Hoy tocaba revisión médica en el trabajo, y al ser tan pocos, somos nosotros los que nos tenemos que adaptar al horario del furgón, y no al revés.Tenían previsto llegar a las 12:00 y debíamos estar en ayunas, como mínimo, desde tres horas antes.
Me he levantado temprano para desayunar algo contundente pero no he podido. A esas horas sólo me apetecía un vaso de leche, de modo que he tenido que pasar por la panadería para comprarme algo. Como no tenía apetito no me decidía por nada. Al final he optado por algo salado. Debía comérmelo antes de las 9 para ir bien de tiempo. Lo he hecho, aunque casi, casi a la fuerza.
Y ha llegado la hora en cuestión. Han sido puntuales. Lo bueno, no estaba tan desmayada como otros años, cuando es a las ocho.
Me ha tocado entrar la última y por lo que he sabido después, he sido la última de toda su jornada laboral, cuando ya se les había agotado la paciencia a todos.
Después de medirme, pesarme y hacerme las preguntas de rigor, han procedido a la extracción de sangre. Era una mujer unos diez años mayor que yo.
- Súbete la manga.
Me he subido la manga del brazo derecho, como siempre he hecho.
- Ese no, el otro.
Me he subido la manga del brazo izquierdo.
- Muy bien. Ahora cierra el puño de la mano derecha, apóyalo en la mesa y pon el brazo izquierdo encima.
¿¿¿???.
He hecho lo que me pedía. Acto seguido me ha atado la goma para buscar venas y ya no he querido mirar.
He notado el pinchazo enseguida. Una vez. Otra vez. Otra vez. Luego he notado cómo hurgaba con la aguja. Dolía mucho.
- Si te hago daño dímelo
- Me haces daño.
- ¡Es que es normal!. Estoy buscando la vena.
Entonces ¿para qué preguntas?, digo yo. Se me ha saltado una lágrima del dolor y de la sensación de notar la aguja. Había un compañero esperando para entrar en la zona del médico y se ha dado cuenta enseguida.
- Vero, ¿por qué cierras los ojos y miras a la puerta?.
Primero, sí, tengo los ojos cerrados, por tanto, no miro a ningún sitio. Y segundo, ¿es necesario preguntarlo?. Si cierro los ojos es porque no quiero mirar.
- ¡Si no pasa nada!. Además, puedes mirar que ya está.
He mirado y sí, ya había sacado la aguja y me estaba poniendo un algodón.
Buf. Ya ha pasado lo peor, he pensado. Error.
Me había pinchado las tres veces casi al lado del codo, ¿qué vena hay por ahí?. Nunca me habían pinchado tan arriba. De repente, así sin avisar, me ha puesto otra vez la goma en el brazo y ha vuelto a coger la aguja.
Qué daño. Otra vez igual. Venga a hurgar en mis venas. Aunque en las de siempre.
- ¡Es que si estás tensa no hay manera de hacerlo!.
¿Cómo quiere que esté?. ¡Si no me ha dicho que volvía a la carga!.
Nunca me había pasado. Me he puesto mala. Me ha entrado un sudor frío. Se me ha secado la boca y ya se me estaba nublando la vista. ¡Pero no quería montar un numerito!. Así que he aguantado como buenamente he podido.
- Ya está. Esta vez sí. Ahora aprieta el algodón y pon la frente ahí. Revisión ocular.
¿Cómo?. ¿Ni un minuto para recuperarme?.
Con la vista nublada no hace falta que diga que no he acertado ni una. Y se ha desquiciado bastante.
- ¿Seguro que no necesitas gafas?
- No es que...
- Da igual, ahora el oído. Entra ahí dentro y da un toque a la ventana cuando oigas los pitidos. Y no te sueltes el algodón.
- Pero...
Portazo
Vale. La había entendido bien, había que dar un toque al cristal cuando escuchase un sonido, pero es que siempre ha sido al revés. Siempre he tenido que dar un toque cuando dejara de oír los sonidos. ¡Y estaba aturdida por la extracción!. ¡Y me había dicho que no soltase el algodón!. Así que han empezado los sonidos y no te tocado el cristal.
- ¿Que no oyes nada o qué?
- Sí.
- ¿Y por qué no tocas?. ¿Cómo quieres que sepa si oyes bien si no estás tocando?
- Es que...
- Empezamos otra vez. Y toca el cristal por favor.
Qué mujer más desagradable. Habrá que ver lo que dice mi informe: ciega, sorda y tonta.
Por contra, la doctora del reconocimiento ha sido un encanto. Casi ha conseguido que me olvidara de la otra. He dicho casi. Me he ido a casa con una sensación súper desagradable en el cuerpo. ¿Cuesta tanto ser amable?.
Ah y encima he sido la comidilla del trabajo. Cuando me iba a comer he visto las típicas risitas y me han hecho todos la preguntita:
- Vero... ¿qué te ha pasado?. ¿te dan miedo las agujas?. Jajajajajajajaja
- Pues a mí no me hace gracia. Todavía estoy mareada por culpa de la bestiaja esa. Y además tengo hambre.