Hace un par de noches me hallaba yo en lo más profundo del sueño cuando me vi interrumpida por los ladridos de mi perra. Normalmente ladra cuatro veces y se calla. Esperé. Pasaron los cuatro ladridos de rigor pero no paraba, es más, cada vez subían en intensidad. Me levanté. Al abrir la puerta me recibió con una euforia impropia en cualquier ser humano a esas horas.
- ¿Qué pasa Dama?. ¿A qué viene este escándalo?.
- Guauguauguau, guaguau guaguau.
Para los que no entendéis perruno quiere decir “ven corre, mira lo que he encontrado en casa”. De modo que la seguí. Me guió en penumbra a un lateral de la casa, hacia un pasillo que queda entre la fachada y la valla. Allí había un bulto, aunque la luz era tan escasa que no pude distinguir lo que podía ser. Entré en casa, encendí todas las luces exteriores y volví al pasillo con la esperanza de que el bulto hubiera desaparecido. No tuve suerte. Ahí estaba el erizo. Enorme. Y Dama no paraba de ladrar, eso sí, guardando las distancias, no como mi anterior perro cuando también entró un erizo, aquel le daba con la pata o con la boca, chillaba y lo volvía a intentar. Dama es prudente, seguro que se pinchó la primera vez y no se volvió a acercar. “Ten perros para esto”, pensé. Tuve que tomar yo las riendas de la situación. Lo primero que hice fue encerrar a Dama en casa, con artimañas y jamón serrano. Luego cogí una escoba y me dispuse a actuar. Pero... ¿cómo tenía que actuar?. ¿Los erizos muerden?. ¿Atacan?. ¡No me atrevía a tocarlo!. ¿Y si salía corriendo hacia mí al darle con la escoba?. Tensión. Vero, piensa. ¡Ya está!. Abrí la puerta que da a un descampado, di la vuelta a la casa y entré en el pasillo por el otro lado. Me subí a la valla guardando el equilibrio, evitando así que el erizo me mordiera los pies en su huida, y empecé a empujarlo con la escoba. Como no se movió ni un ápice cogí confianza y me bajé. Lo hice rodar hacia la puerta, hasta echarlo de casa.
- ¡Conseguido!. ¡Qué valiente soy!. ¡Toma ya!.
Liberé a Dama de su encierro, esperé un rato por si lo olía y volvía a ladrar y me fui a la cama, a continuar el sueño donde lo había dejado.
(imagen de fotonaura.org)
En algún momento del duermevela Dama empezó a ladrar de nuevo. Con la misma insistencia: el erizo cabrón había entrado otra vez. ¿Por dónde entra?. ¿Saben trepar?. Esta vez estaba en el otro lado de la casa. Intenté encerrar a Dama pero fracasé. Ni utilizando el mejor tocino como cebo. A fin de cuentas era su descubrimiento y no se lo quería perder. Los perros del vecindario empezaban a acompañar a Dama en sus ladridos. No dudé, cogí una escoba y un recogedor y lo barrí. No hubo rodadura piadosa, lo lancé directamente por los aires a la calle principal, con todas mis fuerzas, bien lejos. ¡No quería volver a verlo!.
Por tercera vez en la noche, me acosté. No habían pasado cinco minutos cuando volvieron los ladridos.
-Noooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo. ¡Otra vez no por favor!. ¿Será época de celo en los erizos o qué?.
Mis súplicas no fueron escuchadas. Por tercera vez aparecía el erizo, además con una cría. Lo que me faltaba. Repetí el método anterior. Por motivos logísticos los lancé a casa del vecino que me pillaba más cerca.
- ¡Y no vuelvas por aquí eriza!. ¡Que algunos tenemos que trabajar mañana!.
Por cuarta vez en la noche me acosté. Pensaba que ya no iba a conciliar el sueño pero lo hice. El despertador sonó temprano. El día transcurrió con normalidad. Cuando volví a casa al medio día me interceptó el vecino. Ups.
- Verónica, ¿fuiste tú la que anoche lanzó un par de erizos a mi casa?.
- Esto. Mmmm. Sí. ¡Es que la perra no paraba de ladrar!. ¡Habían entrado tres veces y ya no sabía qué hacer con ellos!.
- Tranquila, no pasa nada, si es para darte las gracias. Fíjate, los hemos matado, despellejado y nos han salido unas hamburguesas estupendas. ¿Quieres probarlas?.
- Eh... ¡Vale!.
Y así, comiendo unas hamburguesas de erizo riquísimas y hablando de todo un poco, destapamos un escándalo de corrupción en Burriana que ni el mismo Urdangarín.
NOTA 1: Está bien, me habéis pillado, el último encuentro con el erizo lo soñé, pero los otros dos, por desgracia, fueron reales. Al día siguiente se me cerraban los ojos en el trabajo.
NOTA 2: Añadimos animal a la larga lista de animales que han entrado en mi casa: gatos, dos tortugas, un agaporni, dos palomos, un loro Yako de Cola Roja, un hurón, varias culebras y tres erizos contando a este.