martes, 28 de junio de 2011

Perros NO

Según ordenanzas municipales:

Artículo 5.-
Queda absolutamente prohibida la entrada y permanencia de animales en los siguientes lugares:
- En restaurantes, bares, cafeterías y similares, y en general, en toda clase de locales
dedicados a la fabricación, venta, almacenamiento, transporte o manipulación de alimentos.
- En piscinas públicas y en las playas, tanto en zonas de uso general como en las zonas de uso privado de establecimientos turísticos, durante la temporada de baños.
- En espectáculos públicos deportivos y culturales, así como en recintos de práctica de
deportes.

Yo entiendo y respeto la norma en las playas oficiales de Burriana: L'Arenal, Malvarrosa y Grao, que son las que tienen socorristas, chiringuitos y el resto de servicios necesarios.

Hace aproximadamente un año, cerca de mi casa partieron el muro y se ha formado una mini-playa, pero no hay socorristas ni nada. Llevo desde el mes de marzo yendo con Dama todos los días, se pega un chapuzón y volvemos.

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¿Estoy incumpliendo la ley que he mencionado antes?. Si es que sí,  me parece injusto. Primero, siempre la llevo atada y segundo, recojo las “cacas” que hace alguna vez.

Hasta hace poco ni me lo había planteado, pero últimamente hay bastante gente bañándose y pasando el día. La mayoría no son vecinos de la zona, son gente de fuera que vienen con toda la familia a pescar desde el muro, de modo que mientras unos pescan, otros disfrutan de la mini-playa.

Ya he visto gestos que no me han gustado.

Una tarde, había unos niños bañándose y al acercarme yo la madre gritó: “¡Cariño, cuidado que viene un chucho!”. Perdona, se acerca “un chucho” atado y una persona. Además, esos mismos niños me vieron tirar piedras a Dama para que las cogiera en el agua y cuando volví a pasar le tiraron piedras a Dama, pero a la perra directamente, “Cariño, no le tires piedras al chucho”. Ante la pasividad total de los niños tuve que amenazarles yo: “como la suelte y os muerda vais a ver” (Dama no muerde, pero no me iba a poner a tirar piedras yo también).

Las miradas. Las miradas que me echa la gente tampoco me gustan nada. Me da la sensación de que les molesta que vaya a su pequeño paraíso particular, en el que no tienen que preocuparse de los niños hasta que aparezco yo.

Pero sobre todo, todo, todo, lo que más me fastidia es la porquería que dejan:

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¿Tanto cuesta dejarlo todo limpio?

¿Y ponerlo todo en bolsitas pero dejarlas ahí no es absurdo?.

Pensaba escribir un e-mail al concejal que corresponda (aquí podemos sugerir cosas a los concejales, se toman la molestia de leerlas) pidiendo que pongan un contenedor o algo similar por la zona, pero no merece la pena. El domingo estuve en una de las playas “oficiales” y pese a estar repleta de contenedores, papeleras normales y papeleras de envases, la gente sigue dejando la basura donde le place, incluso a escasos metros de donde debería dejarla. ¡Multas de 100€ al marrano, es lo que deberían poner!.

sábado, 25 de junio de 2011

Para chulo, chulo…

El otro día vino a darme la tarde un individuo. Me recordó a este personaje de “Amar en tiempos revueltos” (serie que no veo pero sí que sigo, a ver cómo se explica eso).

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Bajé un par de veces a la nave y ya me fijé en él. “Ojalá sea cliente con ficha y no tenga que subir a pagar”, pensé, tal era la que les estaba montando a los de abajo.

Pero no tuve esa suerte.

Entró sin llamar y sin saludo alguno.

- ¿Para pagar?

- Aquí mismo.

Y se sentó en la silla que hay delante de mi mesa. “Mal empezamos”. ¿Quién se sienta en una silla para pagar?, sé, por experiencia, que son únicamente los que tienen previsto quedarse un buen rato.

- Te pago, pero hazme factura.

- Muy bien. Dígame los datos.

- Ya los tienes, que he venido más veces.

- Es posible, dígamelos y lo compruebo.

Efectivamente, había venido una única vez, hace más de un año.

- ¡Esto es un coñazo!. ¿No me puedes abrir ficha?

- Mmmm, sí, puedo abrirle ficha de contado, cuando venga tiene…

- ¿Contado?

- Sí, es que ahora no abrimos otro tipo de fichas.

- No me lo creo. Me estás engañando.

- No le estoy engañando. Sólo abrimos fichas de contado y, si el volumen de compra aumenta o viene más a menudo, se negocia otra forma de pago porque…

- Que no me lo creo.

- Bueno, pues es lo que hay. ¿Le abro ficha de contado o qué?.

- Sí. Pero sigo sin creerme que no abras fichas.

Lo ignoro.

- Muy bien. Tengo todos los datos pero me faltará un número de teléfono.

- ¿Número de teléfono?. ¿Por qué?.

Ya me estaba poniendo de los nervios.

- Para abrir ficha necesito un número de teléfono, son las normas.

- Te daré el de la oficina, mi móvil no. Mi móvil no se lo doy a nadie.

- Como usted quiera.

El tío estaba espatarrado en la silla con una pinta de chulo que “pa qué”. Mientras tanto, preparé la factura de lo que se había llevado.

- ¿Cómo me pagará?, ¿en efectivo o tarjeta?-

No me contestó. Sacó la cartera, rebuscó y me lanzó una tarjeta. Era una de esas tarjetas con el nombre de la empresa y una foto del susodicho, de modo que no le pedí el D.N.I.. Pero era de chip.

- Disculpe, tiene que pasar e introducir el PIN.

Silencio absoluto, pasividad total y mirada desafiante. “¿No me habrá oído?”, pensé.

- Mmmm, señor, tiene que pasar a introducir el número secreto, el chisme este no es inalámbrico y no se lo puedo acercar yo.

Se levantó y se acercó al tarjetero. Yo me giré, para darle intimidad. Escuché sólo un pitido y al momento el aparato hizo la llamada y salió el papelito: “Operación cancelada, necesario introducir PIN”.

- Ehhh, se ha debido de confundir en algún número porque no ha pasado.

- ¿Cómo que no ha pasado?. ¿Y ese papel que ha salido qué es? ¿Eh?.

- En este papel se lee claramente “operación cancelada”, ¿no lo ve?.

Volvemos a empezar. Otra vez un sólo pitido y otra vez el mismo papel.

- Oiga, no está poniendo el PIN.

- Sí que lo estoy poniendo.

- Pues yo sólo he escuchado un pitido.

- Lo he puesto.

- Bueno, pues no ha pasado. Vamos a volver a probar.

¡Otra vez lo mismo!. ¡Os lo juro!.

- A ver señor, el PIN son cuatro números y yo sólo he oído cómo apretaba uno. No lo está haciendo bien.

- La que lo hace mal eres tú. No tienes que darle al botón verde.

- ¿¿¿¿¿??????. Bueno, pues vamos a volver a empezar.

Meto la tarjeta, introduzco la cantidad y me dispongo a darle a validar cuando…

- ¡Quieta!. Ves, ahora tú aprietas ese botón verde y por eso te pide el PIN.

- Ya, pero ese botón es “continuar”, “validar”, si no lo pulso no avanzamos.

Y lo pulso.

Y me pide el pin.

- Ve, ahora tiene que introducir el PIN.

- ¡NO LO PIENSO PONER PORQUE NO LO HACES BIEN!.

Me hace dudar, y pienso si no será de esas tarjetas que pasan igual sin necesidad de poner el PIN, pero no lo es. PIN obligatorio.

- Mire, yo lo estoy haciendo bien, es usted el que no está poniendo el PIN. Podemos estar así toda la tarde.

- Bueno, si me lo pones tan difícil te pagaré con dinero.

Y me pagó con dinero. Le puse el cuño de “PAGADO” en la factura y se la di. Echó un vistazo y volvió otra vez a la carga.

- ¿Y esto cómo se sabe que está pagado?

- Ya le he puesto el cuño a su copia y a la mía.

- Pero es un cuño estándar que puede comprar cualquiera. Quiero que me la firmes tú como que está pagada.

En esos casos suelo discutir, pero estaba tan harta del personaje que firmé sin rechistar. ¡Menudo tipo!. Espero que tarde por lo menos otro año en volver.

Y para quitar el mal rollo que crean este tipo de situaciones os dejo una canción divertida de Delafé y las Flores Azules.

martes, 14 de junio de 2011

La dama y la rata

¿Habéis visto alguna vez una rata muerta? ¿A que son repugnantes?. Yo me he encontrado a la misma tres veces. Y lo que es peor, la he tenido que tocar con mis manos esas tres veces. ¡¡Qué ascoooo!!.

Primer encuentro:

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Iba paseando a mi perra, Dama, con una correa larga. Siempre que llegamos a la playita que hay cerca de casa suelto los siete metros de correa y ella va olisqueándolo todo. Encontró el rastro de la rata enseguida y la desenterró. Yo todavía no sabía que era una rata.

- Dama, ¿qué llevas en la boca?. A ver, ven aquí un momento.

Como es lógico no me contestó, pero debía ser un buen botín, pensé, porque intentaba que no la viera, se giraba para darme la espalda y me esquivaba cada vez que me acercaba. Finalmente la vi. El rabo medía más de un palmo y era inconfundible.

Momento de histeria.

- ¡DAMA VEN!, ¡DAMA NO!, ¡DAMA SIENTA, DIGO SUELTA!. ¡QUE SUELTES ESO MARRANA!.

Ni puñetero caso.

Tuve que utilizar la fuerza bruta y arrastrarla. Treinta kilos en peso muerto más la fuerza que hacía ella. Gané yo, aunque en la arena sus patas dejaron un rastro que parecían raíles. Luego tuve que abrir su mandíbula con una mano y sacar a la rata con la otra. Fue rápido. La lancé por los aires lo más lejos que pude. Estaba más seca que la mojama y era enorme. De vuelta a casa procuré no olerme las manos hasta poder lavármelas con lejía. Sólo con pensarlo me entraban arcadas.

Segundo encuentro:

Pasaban los días, y cada vez que nos acercábamos a la zona donde debió caer la rata, Dama estiraba más que nunca, por suerte yo tengo más fuerza que ella.

Pero un día medio nublado había un señor con la mirada perdida hacia el mar, de modo que me giré para ver en qué centraba su atención y me encontré con esto:

playa

Saqué el móvil, hice un par de fotos, las colgué en las redes sociales y cuando terminé... ¡¡había vuelto a coger la rata!!. ¡¡Por culpa del arco iris!! (sí, ya sé que la culpa fue mía pero mola más echársela a factores externos).

Me tocó hacer exactamente lo mismo que la primera vez, salvo gritar como una histérica. Ya sabía que no me iba a hacer caso, de modo que evité ponerme en evidencia delante de un desconocido.

¡En esta ocasión el olor era peor!. Me enjuagué un poco las manos con el agua pero la “fragancia” me acompañó hasta casa. Puaaaaaj.

Tercer encuentro:

Habían pasado muchos días y ya no estiraba cuando pasábamos por la “zona rata”. Ni siquiera me acordaba de ella.

playa (3)

El domingo por la mañana la saqué temprano, más o menos a las ocho. Al llegar a la playa me encontré a mi vecino con su perro (suelto) y los dos se pusieron a jugar. Como a esas horas no era previsible que apareciera nadie más, la solté para que corrieran y se bañaran tranquilamente. Error. Al verse libre, se olvidó del perro y se fue a buscar su tesoro. Dio con él. Igualita que Gollum. El problema es que esta vez estaba suelta y no podía recurrir a la fuerza para quitársela.

Tuve que poner en práctica todos los conocimientos adquiridos en el cursillo y usar psicología canina. Me acordé de las palabras de la educadora “tienes que transmitirle que estás enfadada y dar las órdenes de manera contundente”. Así que, sin ponerme nerviosa, con voz serena y firme me fui acercando a ella.

- Dama, NO. Sienta. Muy bien. Quieta. No. Quieta. Suelta. ¡Muy bien!.

Y la soltó.

El olor era nauseabundo. La volví a coger con una mano para deshacerme de ella, pero esta vez no me la jugué, la lancé a lo alto del muro de piedra, a una zona, espero, inalcanzable.

¡¡Qué olor!!. Ni el agua del mar, la arena, el barro y todo lo que me unté en la mano lo aplacaba. No sé cómo pude llegar a casa, se me revolvía el estómago cada vez que lo notaba.

Me lavé las manos con lejía tres o cuatro veces y ahora estoy pensando incluir unos guantes de látex junto con las bolsitas cuando salga de paseo, por lo que pueda pasar.

Y respecto a Dama... empiezo a pensar que el nombre que le puse no va muy acorde con su personalidad, ¿dónde se ha visto a una dama jugando con ratas muertas?.