El jueves pasado empecé a encontrarme mal. Dolor de garganta, oído y cabeza, mucha congestión y fiebre. Intenté pedir cita para mi médico de cabecera y lo más cerca que me la podían dar era para el miércoles siguiente. No la cogí. “Si mañana estoy peor, me pasaré por urgencias”, pensé.
Y, efectivamente, el viernes estaba peor. Cuando salí del trabajo me acerqué a urgencias. Ya sé que no les gusta que utilicemos las urgencias para casos así, pero ¿qué iba a hacer? ¿estar así cinco días?.
- ¿Qué le pasa?
Explicación completa. No me auscultó, únicamente me miró la garganta y los oídos.
- ¿Le han operado las amígdalas?
- No. ¿Por qué?.
- Pues no se le ven.
- ¿Y eso es malo?
Silencio.
Silencio y recetas. Ni un consejo, ni una explicación, nada. Amoxicilina, ibuprofeno y paracetamol.
Hice reposo todo el fin de semana y tomé los medicamentos puntualmente, pero la fiebre no bajaba.
El domingo intenté de nuevo pedir cita para el médico de cabecera. Esta vez era el jueves lo más cercano. Lo cogí, aunque ya sabía que no aguantaría.
El lunes lo pasé fatal en el trabajo. No había manera de que me bajara la fiebre. Mínimo 38º y máximo, mejor no saberlo. Todo el día con temblores. De modo que salí un poco antes para intentar colarme en el turno de mi médico de cabecera, que visita los lunes por la tarde.
Me acerqué al mostrador y le expliqué mi caso. No me hizo falta exagerar, casi no me tenía en pie, pero ni con esas dio resultado.
- Me parece muy bien pero no te puedo colar. Sin cita no hay visita. Si tan mal dices que estás, da la vuelta y entra a urgencias por ese pasillo, que ya están atendiendo ¿vale?. Siguiente.
Así que otra vez a urgencias.
Me atendió otra doctora.
- ¿Y dices que no te ha bajado la fiebre?
- No. Bueno, a lo mejor me ha bajado algo pero luego ha vuelto con más fuerza.
- ¿Pero te estás tomando todo lo que te recetamos?
- Sí. Por eso he venido, no creo que sea normal no bajar de 38º en cuatro días.
- No, y no lo es. Te tienes que ir al Hospital de La Plana en Vila-real y que te hagan una analítica, ya te estoy rellenando los papeles.
- ¿Qué?. Bueno, tengo cita el jueves con mi médico de cabecera, creo que esperaré.
- Mira, no puedo obligarte a que vayas, pero yo no esperaría. Tienes el hospital a cinco minutos y con este papel te atenderán pronto. Ve, en serio, es lo mejor.
Con el susto todavía en el cuerpo me fui a casa. Pero claro, fue contárselo a mi madre y mandarnos a mi padre y a mi de caminito al hospital.
Tenía razón la doctora. Me atendieron enseguida. Tuvieron que abrirme ficha porque no había estado nunca como paciente. Seguro que se me notaba en la cara.
Una vez más expliqué todo el caso a otra doctora, por cierto, amabilísima.
- Muy bien Verónica. Quédate en el box un ratito y ahora vendrá una enfermera a sacarte sangre. Y no te preocupes.
Y no me preocupé. Me quedé tan campante jugueteando con la BlackBerry. Pensaba que sería algo rapidito, como los análisis de la empresa. ¡Ja!. ¡Qué equivocada estaba!.
Entró una enfermera con un carrito.
- ¿Verónica?
- Sí, soy yo.
- Ah. Pues súbete a la camilla, que te tengo que sacar sangre.
- Hecho.
Me arremangué las mangas pero vi que me toqueteaba las manos. “¡¡No!!. ¿no me irá a pinchar en la mano?”, pensé. Pues sí, en la mano me pinchó. Me sacó sangre y me dejo la vía puesta. Creo que no me desmayé del mismo susto.
- Te dejo la vía puesta por si te tienen que poner antibiótico, y ahora, dame el otro brazo que también te tengo que sacar sangre de ahí.
- ¿Otra vez?
- Sí, es que sabes…
Bajó un poco el tono de voz, se me acercó y me dijo:
-Te han mandado hacer un montón de pruebas…
¡¡¡¡WARNING, WARNING, WARNING!!!!
¿Habéis utilizado alguna vez la expresión “uy, si me pinchan ahora no me encuentran las venas”?. Eso es lo que me pasó. Me desaparecieron las venas del brazo.
- Qué raro, ya no se te ve la vena. Te voy a tener que pinchar en la mano.
Pero ¿qué esperaba?. Sé que no lo dijo con mala intención, más bien todo lo contario, como diciendo, “uy han puesto mucho interés en tu caso, no es normal”. Pero a una persona que jamás ha pisado un hospital no se le puede decir algo así. En un momento pasaron por mi cabeza endoscopias, laparoscopias, lavativas, tags, resonancias… lo que yo entiendo por un montón de pruebas.
Finalmente no fueron tantas. Análisis de sangre, orina y esputo y radiografías.
Lo peor fue vestirme y desvestirme con las dos manos inutilizadas, una de ellas con la vía puesta. Qué horror.
Tampoco tardaron mucho en darme los resultados. Quedó descartada la neumonía.
- Nada Verónica, ha salido todo bien. Es vírico. Un gripazo, ¡pero qué gripazo!. Aquí tienes los papeles para tu médico de cabecera y por favor, si el viernes no te ha bajado la fiebre vuelve a pasar por aquí. Ahora te quitan la vía, que veo que no le pones muy buena cara.
- Vale, muchísimas gracias por todo. ¡Espero no tener que volver!
Me quitaron la vía, me fui a casa y descansé.
Mi teoría y la de mis padres es que no sólo quisieron descartar la neumonía. Tanto despilfarro de medios y tanta urgencia por atenderme sonó algo raro. Creo que también hubo algo de temor a que fuera un brote de gripe A o algo similar, porque ¿a quién mandan a un hospital de urgencia por una simple gripe?.
A las nueve del día siguiente ya estaba en el ambulatorio intentando conseguir cita con mi médico de cabecera. Pensaba que con los papeles del hospital iba a ser pan comido y una vez más, me equivoqué.
- Mira, lo siento, no te podemos colar. Lo único que puedes hacer es venir a las once y media que es cuando él atiende guardias y que te vea.
Volví a las once y media, pero no me atendió mi médico de cabecera. Me atendió un “niñato” al que pareció molestar que mi “urgencia” fuera esa, hacerme las recetas y el justificante para la empresa. Por supuesto, no me dio la baja.
Así que mañana vuelvo al trabajo. Hoy ya no he tenido fiebre, pero tampoco se puede decir que esté bien. Me noto sin fuerzas, el mínimo esfuerzo me deja exhausta. Espero no tener una recaída, porque aunque ahora me río, lo he pasado bastante mal.
Lo que sí tengo claro es que voy a pedir que me cambien el médico de cabecera. Quiero uno que me pueda atender cuando lo necesite, no una semana después. Porque en realidad, ese ha sido el verdadero problema.