lunes, 18 de julio de 2011

FDF: Por un plato de paella.

Domingo.

Estuve toda la mañana haciendo unos recados que me habían encargado mis padres. Llegué al restaurante familiar poco después de las doce del mediodía, cansada y hambrienta. En el exterior hacía mucho calor, pero dentro había una temperatura muy agradable ya que tenían el aire acondicionado a todo gas, cosa que agradecí bastante. Como siempre, estaban todos en la mesa acabando de comer: el personal, mis padres y mis hermanos.

- ¡Buen provecho! – dije yo.

- Gracias – contestaron todos al unísono.

- ¿Has tenido tiempo de hacerlo todo? – me preguntó mi padre.

- Sí.

- Pues ahora tienes que ir a Castellón a recoger a unas amigas de Laura, es que nosotros no podemos.

- No pasa nada, pero antes voy a comer, que tengo mucha hambre. ¿Dónde está mi plato?.

Se hizo el silencio en la mesa. Noté cierto cruce de miradas, pero fue mi madre la única que se atrevió a hablar.

- Ehhh. Perdona hija, nos lo hemos comido... y lo malo es que no queda más. Hazte algo cuando llegues a casa.

Y me señaló un plato vacío, con la verdura y los huesos apartados a un lado, ni un grano de arroz...

- ¿Qué?. ¿Quién ha sido y por qué?. ¡Ya os vale!. Encima que estoy toda la mañana de aquí para allá. ¡Pues ahora no pienso ir a Castellón!. Ya os apañaréis.

pla

Silencio. Todos esquivaron mi mirada. No puedo explicar el arrebato de ira que se apoderó de mí al ver tal pasividad.¡Como si fuera lo más normal del mundo haberme dejado sin la paella de los domingos!. Gritos, patadas al suelo, palmadas a la mesa. No recuerdo muy bien qué más pasó, ni el tiempo que estuve fuera de control. Todos seguían ignorándome. Sé que cogí una cestita con una propina de cuatro euros (en monedas de uno) que había dejado un cliente y pretendía llevármela, pero me pilló una de las camareras.

- Vero, eso estaba ahí para echarlo al bote.

- ¿Ah sí?. Pues ahora lo voy a echar a mi bote particular, por las molestias y por no haberme guardado paella.

- Pero es nuestro...

- ¿Vuestro?. Muy bien. Ahí lo tienes.

Y le lancé los cuatro euros a la cara, pero en monedas de céntimo de euro, de modo que un total de cuatrocientas monedas volaron por todo el restaurante, ante la expresión de incredulidad dibujada en el rostro de todos.

Todavía presa de la furia salí del restaurante, pegué un portazo y me subí al coche para dirigirme al barrio en el que vivíamos antes. Aparqué y me reuní con un grupo de gente que había en la esquina de la panadería. Era una “quedada” improvisada de ex alumnos de E.G.B., no estábamos todos pero éramos suficientes. ¡Qué alegría verlos después de tanto tiempo!. Aunque me resultó raro, ya que me los cruzo muchas veces y ni siquiera nos saludamos. En fin, charlamos, nos contamos batallitas y nos pusimos al día de todo. Recuerdo especialmente la conversación con una de mis mejores amigas por aquel entonces.

- ¡Vaya! ¡Qué alegría verte! – le dije yo - ¿Qué tal todo? ¿Tuviste una niña hace un par de años, no?

- Si, está hecha todo un bichito. ¡Con ella no te aburres!.

- ¿Y el trabajo qué tal? ¿Sigues en el mismo sitio?

- Sí, de momento estoy bien allí. Aunque no sé si sabrás que me he separado.

- Uy, pues no lo sabía, qué palo.

- No pasa nada, estamos las dos bien. Es que mi marido se quedó sin trabajo y no levantaba cabeza.

- Por desgracia hay muchos como él. ¿Trabajaba en alguna azulejera o construcción?

- No, que va. Era sicario. Mataba a gente por encargo y por dinero. Mucho dinero. Y claro, con la crisis, ahora no lo contrataba nadie porque...

6:45 – piiiiiii - 6:45 – piiiiiiiiii - 6:45 – piiiiiiiiiiiiii

Lunes

Suena el despertador y vuelvo a la realidad. ¡Qué flash!. Inspirada en los post de Gybby tomo papel y lápiz y apunto lo poco que recuerdo. De ahí sale esta historia a la que prefiero no buscar significado...

martes, 12 de julio de 2011

Pérdida inmediata de mi dignidad...

Acepto el reto que me ha lanzado un ratón en su blog de modo que aquí tenéis mi lista:

1. Cuando suena el teléfono en casa y contesto diciendo el nombre de la empresa en la que trabajo.

2. Cuando suena el teléfono en el trabajo y contesto diciendo el nombre del restaurante de mis padres.

3. Cuando me encuentro algún conocido/a y no recuerdo el nombre, edad y sexo de su retoño.

4. Cuando se me cae un plato de fideguá y mancho a las quince personas que hay en la mesa.

5. Cuando en un stop en mi primer día de prácticas el profesor dice “salimos” y yo me bajo del coche.

6. Cuando viene un cliente a pagar con tarjeta y en lugar de la tarjeta introduzco su D.N.I. en el TPV.

7. Cuando, por error, salgo de casa con el batín en lugar de con la chaqueta.

8. Cuando tropiezo con una raya del suelo, me caigo y, dolorida, digo que estoy bien y que no me duele nada.

9. Cuando estoy tomando el sol en mi casa y al otro lado de la valla oigo al vecino tirarse pedos.

10. Cuando me doy cuenta que al explicar a un desconocido cómo llegar a algún sitio he dicho derecha cuando quería decir izquierda y viceversa.

11. Cuando me pongo un suéter al revés y no me entero hasta que me lo dice un buen samaritano.

12. Cuando preguntan si alguien ha pisado una caca y descubro horrorizada que he sido yo.

13. Cuando me entran ganas de estornudar mientras voy conduciendo y no me da tiempo a buscar un pañuelo.

14. Cuando me equivoco de ranura para las monedas en las máquinas de la O.R.A. y tras bloquearse aparece el letrero “fuera de servicio”.

15. Cuando digo “yo no he tocado nada” o “estaba así cuando llegué” y es mentira.

16. Cuando me pasan el micrófono justo en el trozo de canción que no me sé.

17. Cuando creo que estoy hablando con una persona y veo que es un desconocido que no tiene ni idea de lo que le estoy contando.

18. Cuando, tras la segunda arcada, tengo que reconocer que no me gusta nada la comida y que he mentido en mi primera opinión.

19. Cuando voy a pagar algo y descubro que no llevo suficiente dinero y tampoco he cogido la tarjeta de crédito.

20. Cuando me equivoco de coche en un parking e insisto una y otra vez con el mando hasta que me doy cuenta.

Ale, ¿quién más se anima?.